lunes, 28 de enero de 2013

YOALDUNAK, EL SONIDO DE LA TRADICION



Cada año, fieles a su cita en pleno invierno, personajes ataviados con extraños y coloristas trajes, alteran la tranquilidad de Ituren y Zubieta, dos pueblos enclavados en las orillas de la regata de Ezkurra, en el valle del Bidasoa, el río mágico de los vascos. Son los yoaldunak (literalmente, los que tienen cencerros), también conocidos como zanpantzar, si bien éste nombre proviene de un personaje del carnaval medieval francés llamado Saint Pansard, que llevan a cabo un milenario rito bajo la atenta mirada del monte Mendaur y las montañas del macizo de Ekaitza.

 
El lunes después del último domingo de enero, los yoaldunak de Zubieta visitan a sus vecinos de Ituren, al día siguiente martes, éstos les devuelven la visita. Antiguamente, se celebraba un lunes y martes sin determinar entre la Epifanía y el martes siguiente al domingo de Quinquagésima, que acordaban los mozos reunidos el día de San Antón.

 
Tras almorzar, los yoaldunak de Zubieta, van llegando a los bajos del “ostatu” (bar del pueblo), vestidos con una camisa blanca, pantalones de mahón y abarkas de goma negra sobre calcetines de lana. Comienza entonces un ritual que se cumple a rajatabla y se pierde en la noche de los tiempos, primero se colocan una faja negra, después una enagua con bordados, prenda que para muchos investigadores representa las fuerzas femeninas tan presentes e importantes en los carnavales tradicionales vascos. Luego se ponen una piel de oveja que les cubrirá la zona de la cintura, y sobre ella, los protagonistas de la fiesta, los cencerros o polunpak de 40 cm. de largo, 11 litros de capacidad y 6 kilos de peso cada uno, para colocárselos se requiere la ayuda de otros dos yoaldunak, mientras uno sujeta los polunpak, otro los ajusta tensando una cuerda, para lo que incluso tiene que apoyarse con un pie en el propio pecho del que se está vistiendo. Mikel Laboa recogió una leyenda en la que se cuenta como un herrero fundía los santos de las iglesias para hacer los cencerros. Estos van pasando de generación en generación. Sólo falta el ttuntturro, vistoso sombrero de tela multicolor con múltiples cintas, encajes y rematado por plumas de aves, el hisopo compuesto por una cola de caballo que cuelga de un asa hecha con cuero y que los yoaldunak llevan en la mano derecha, y el pañuelo azul a cuadros en el cuello.

Tras vestirse van saliendo a la plaza sin prisa, se colocan en 2 filas y al toque de cuerno, que lleva uno de los que va en cabeza empiezan a caminar marcando el ritmo de los cencerros a golpe de espalda y riñón, lanzando gritos de vez en cuando para mantener el compás, dan dos vueltas a la plaza y se dirigen en dirección a Ituren, llegados al molino de Zubieta, montan en carros y coches que les llevan hasta el barrio de Aurtitz, fruto de los nuevos tiempos.

En éste barrio de Ituren se les juntan el primer grupo de yoaldunak, su vestimenta es similar, sólo se diferencian en que los de Ituren cubren con la piel de oveja también los hombros, visten camisas de cuadros y pañuelo al cuello rojo. Juntos se dirigen hacía el barrio de Lagasa donde se unen los restantes yoaldunak, en total 52, éste último grupo va acompañado de un lobo y un oso que se abalanzan sobre los visitantes. Todos entran en Ituren bajo el impresionante y estremecedor sonido de 104 cencerros.

Son muchas las teorías y estudios realizados sobre los carnavales rurales, y especialmente sobre éste de Ituren y Zubieta, tan sólo se encuentra algo parecido en zonas de los Balcanes, herederas de culturas pastoriles. Una teoría conocida es la que afirma que la misión de éste rito es la de despertar a la naturaleza, dormida en invierno, y propiciar su fecundidad, para ello utilizan los cencerros, y el hisopo con el que acarician la tierra siguiendo el ritmo al caminar. También pudieran tener un sentido de protección contra los malos espíritus. Existen muchísimas otras teorías basadas en ritos iniciáticos, en la costumbre de los pueblos de la zona de galopar por los bosques con cencerros en la cintura para ahuyentar a las fieras, hasta simples visitas de buena vecindad.

Lo cierto es que todo en éstos carnavales es mágico, hay algo especial que se respira en el ambiente, los yoaldunak van sin prisa, concentrados en su tarea, conscientes de realizar un rito ancestral heredado directamente de sus antepasados.

 
La importancia que éste rito ha tenido tradicionalmente para los pobladores de la montaña navarra, queda demostrada en el hecho de que antiguamente, los yoaldunak no podían quitarse los cencerros en los días que dura el carnaval, tenían que dormir boca abajo, y debido a la presión que ejercían sobre el cuerpo sólo se podían alimentar de caldo.

Actualmente esto no sucede, sin embargo cualquiera que se acerque a éstas localidades en su carnaval, podrá ver la importancia que tienen  ser yoaldun, padres e hijos comparten ésta condición, como posiblemente lo hicieron sus abuelos, y a juzgar por lo que allí se ve, lo harán sus nietos, al fin y al cabo y como dicen allí, nadie quiere dejar de ser yoaldun.  

Muchos elementos nos dan datos para múltiples interpretaciones, la piel de oveja, las plumas, el hisopo, los cencerros tan importantes en todo el ciclo invernal, las enaguas, el oso que despierta de su letargo invernal considerado, a pesar de su fiereza como protector de las aldeas y un animal directamente relacionado con la luna. Todo con un claro eje central desde mi punto de vista, la relación directa con la naturaleza. Es un rito que se pierde en lo más profundo de nuestra cultura, y que nunca conseguiremos descifrar completamente, y tal vez sea mejor así, pues de ésta manera seguirá manteniendo su magia.

 

                                                           

 

 

 

 

 

 

 

 

 

jueves, 17 de enero de 2013



Viejos conocidos bajo nuestras usadas botas cada vez que los caminamos, senderos  nuevos para nosotros, pero antiguos y sabios. Caminos  gastados por el paso de montañeros, pastores, caminantes, peregrinos,…, caminos que nos acercan a hermosas ermitas, puentes, megalitos, castillos, parajes… huellas antiguas que guardan la esencia de los años y la tradición.

Son parte del alma de este blog que pretende compartir y divulgar lugares y montañas, caminando por mil caminos, barrancas, veredas, praderas o cimas de nuestros montes, pero también antiguas tradiciones, fiestas, eventos, creencias, que hundiendo sus raíces en lo más profundo de los siglos, han llegado hasta nosotros,  algunos de ellos actualizados, dándonos la oportunidad de disfrutarlos y vivirlos. Otros se han perdido con el paso del tiempo y sólo nos queda de ellos recuerdos o investigaciones, en el mejor de los casos.

Tal vez solo sea una excusa para zambullirnos en nuestra cultura ancestral, desempolvar nuestra capacidad de asombro y salir al encuentro de la antigua sabiduría de nuestros mayores, al encuentro de los caminos brumosos.