domingo, 25 de mayo de 2014

VALLE DE ALOTZA Y MENHIR DE SALTARRI

MAGIA EN EL CORAZÓN DE ARALAR

VALLE DE ALOTZA Y MENHIR DE SALTARRI

En la zona alta de la sierra de Aralar, sobre los 1.000 metros sobre el nivel del mar, se esconde un hermoso valle tapizado de verde, como si de una hermosa alfombra herbácea se tratase, se trata del valle de Alotza. 
VALLE DE ALOTZA DESDE ZUMALERDI

Varias son las vías de acceso para conocer este magnético lugar que atrae al caminante de forma irremediable, para envolverlo en los misterios y antiguas tradiciones y leyendas que guarda celosamente, cobijado por altivas y míticas cumbres como Txindoki, Gañeta, Ganbo o Zumalerdi. 


TXINDOKI DESDE LAS CERCANIAS DEL PASO DE ZIRIGATE

El caminante puede iniciar la ruta desde el barrio de Larraitz, en Abaltzisketa, tomando la ruta normal de ascenso a Txindoki, pasando por la fuente de Oria Iturri, y tras superar el paso de Zirigate, continuar por el antiguo camino que se dirige al Santuario de San Miguel de Aralar, por el valle de Alotza. Otro acceso que nos acercará a éste hermoso rincón, pasa por el collado de Pikoeta el cual se puede alcanzar siguiendo la antiquísima calzada de Enirio o desde el paraje de Intxusti. Otra ruta clásica de acceso al valle de Alotza, es la que cruza la sierra desde Guardaetxe, por Igaratza e Irazustako Lepoa.


VALLE DE ALOTZA Y PICO ZUMALERDI DESDE EL MENHIR DE SALTARRI

Lo cierto es que se utilice la ruta que se utilice, la sorpresa nos aguarda cuando tras una curva del camino, se abre ante nosotros el verde tapiz del vallecito, cerrado por las montañas de roca caliza. Y es que el valle de Alotza forma parte de una de las principales rutas sentimentales de la montaña vasca, somos muchos los caminantes que hemos aprendido a amar las montañas con la hierba de Alotza acariciando nuestras botas al caminar, o nuestros pies descalzos mientras contemplamos las nubes tumbados sobre la pradera. Es un regalo para los sentidos marchar por sus ancestrales caminos tal y como lo han hecho desde el neolítico antiguos pastores trashumantes, peregrinos, ejércitos,….
Testigo mudo de ésta cultura pastoril, es el menhir de Saltarri. En mitad de la pradera tumbado junto al camino, se localiza el mítico menhir que apenas sobresale ente la hierba de Alotza, realizado en piedra caliza, propia de la zona, alcanza una altura de 3,27 metros, y una anchura máxima de 62 centímetros.


MENHIR DE SALTARRI

La antigua piedra está muy unida a diversas tradiciones y leyendas, como aquella que nos cuenta su origen vinculado a los gigantes de la mitología vasca, los Gentiles, la tradición vincula a estos seres de fuerza descomunal la construcción de diferentes megalitos de la tierra de los Vascos. Cuentan las antiguas historias que hallándose un grupo de hombres jugando a la pelota en el monte Murumendi, situado sobre la localidad de Ordizia, se les acercó un gentil interesándose por lo que hacían. Los hombres le explicaron el juego, y el gigante les indicó que la piedra que estaban usando para el saque, le podría servir para jugar a él. Dicho esto tomó la roca y la lanzó en dirección a Aralar, la piedra se rompió yendo a caer un trozo en la montaña de Auza Gaztelu y el otro quedó tendido en el paraje de Alotza, tal y como hoy podemos verlo.


AUZA GAZTELU

Una costumbre habitual entre los pastores de la zona, era la de realizar apuestas sobre quien podía saltar el menhir con los pies juntos.
Otra leyenda donde vuelven a aparecer los gentiles es la que nos cuenta como uno de ellos lanzó la piedra desde la cima de Txindoki con la intención de alcanzar el santuario de San Miguel de Aralar, pero errando el tiro, la piedra fue a caer en Alotza.


MENHIR DE SALTARRI Y VALLE DE ALOTZA


No se sabe realmente la función del menhir, pero afortunadamente tenemos todas éstas ancestrales historias que han ido pasando de padres a hijos a lo largo de los años, contadas al calor de la lumbre. Historias que merece la pena saborear sin prisa sentados junto al menhir de Saltarri, dejando que la ancestral piedra nos cuente su misterio, caminando siempre sin prisa escuchando el tintineo de los cencerros de las pottokas, o simplemente el susurro del viento, envueltos en la magia de las cumbres de Aralar.